Teatro

“La Ballena”: la obra que conmueve tanto como provoca, bajo el cuerpo fuerte de Julio Chávez

Desde su anuncio, La Ballena, de Samuel D. Hunter, con Julio Chávez como protagonista, generó expectativas intensas y fuertes reacciones. La versión teatral, que se estrenó en el Paseo La Plaza bajo dirección de Ricky Pashkus, busca tensionar emociones: aislamiento, culpa, amor, despedida y arrepentimiento conviven en los pocos días finales del personaje Charlie, un profesor con obesidad mórbida que decide no seguir un tratamiento médico para dedicar sus últimos recursos a reparar el vínculo tan dañado con su hija.

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Sin embargo, la obra no estuvo exenta de críticas. Varias voces advirtieron que el título elegido, La Ballena, resultaba discriminatorio y ofensivo, porque reducía a un cuerpo a una metáfora despectiva en lugar de reflejar la complejidad del personaje. Exparticipantes del programa Cuestión de Peso reclamaron públicamente que el nombre reforzaba estigmas y pidieron que se modificara. También se cuestionó la sensibilidad con la que se aborda la obesidad: algunos señalaron que el despliegue de prótesis y transformaciones físicas impactantes podía acentuar la mirada morbosa o de lástima, antes que la empatía.

Incluso referentes como Mar Tarrés consideraron que la obra transmite una visión exageradamente dramática de la obesidad, asociándola casi exclusivamente al dolor, la soledad y el aislamiento, y dejando de lado la vida cotidiana y los matices de quienes transitan la diversidad corporal. De allí surgió también la preocupación sobre el mensaje final que el espectáculo podría dejar en los espectadores: la idea de que la gordura está necesariamente ligada a la tragedia, en lugar de abrir una conversación más amplia sobre inclusión, aceptación y realidades múltiples.

Frente a estos señalamientos, Julio Chávez defendió la esencia de la propuesta: insistió en que el corazón de la obra no es mostrar a un “gordo sufriendo”, sino explorar al ser humano detrás del cuerpo, con sus vínculos rotos, sus culpas, sus deseos de ser perdonado. La transformación física extrema —con trajes, prótesis y maquillaje— funciona como un recurso escénico, pero no pretende ser el centro de la obra, sino apenas la puerta de entrada a un relato más profundo.

La Ballena no deja indiferente. Cada aplauso va acompañado de preguntas. Cada silencio tras el telón convoca reflexiones sobre quiénes somos, qué juzgamos —el cuerpo visible o lo que hay debajo—, cuántos de los dolores que vemos en otros los hemos silenciado en nosotros mismos. Chávez asumió lanzarse al vacío, y la obra, con todo su peso —literal y simbólico—, nos invita a acompañarlo en ese viaje. Julio es un «animal» de la actuación que es obasionado cada función de pie por el público. Es una obra muy recomendable que te deja reflexionando cómo los seres humanos nos dañamos a nosotros mismos.

Por: Loli Belotti

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