
“El Tranvía”: el drama coreano de Netflix que nos enfrenta a la culpa, la pérdida y los dilemas del poder
La trama sigue a Kim Hye-joo, una mujer que vive una vida aparentemente tranquila junto a su esposo Nam Joong-do, un congresista comprometido con la justicia social. Pero la muerte repentina de su hijo cambia todo. A partir de ese momento, Hye-joo se ve arrastrada a un torbellino de dolor, secretos y dilemas morales que pondrán a prueba no solo su matrimonio, sino también su propia noción del bien y del mal.

Lo que en un principio parece un drama íntimo se transforma en un retrato de la política surcoreana y sus zonas grises. La serie muestra cómo el poder —incluso en manos de quienes buscan hacer el bien— puede corromper o distorsionar las intenciones más nobles. El guion se sostiene sobre la tensión entre la verdad y la apariencia, entre lo que se muestra al público y lo que se oculta detrás de los muros del hogar o del despacho parlamentario.

El título “El Tranvía” funciona como una metáfora potente: al igual que el famoso “problema del tranvía” de la filosofía moral, los personajes deben decidir a quién salvar y a quién sacrificar, sabiendo que cualquier elección tendrá un costo devastador.
La dirección, sobria pero efectiva, utiliza planos cerrados y tonos fríos para acentuar la sensación de encierro emocional. La actuación de Kim Hyun-joo es especialmente destacable: transmite una vulnerabilidad contenida que evoluciona hacia la determinación de una mujer que decide enfrentar la verdad, sin importar las consecuencias.
A diferencia de otros dramas coreanos más centrados en el romance o la acción, “El Tranvía” apuesta por la reflexión y el suspenso psicológico. Es una serie que interpela, que obliga al espectador a ponerse en el lugar de los protagonistas y preguntarse qué haría en su lugar.

Con una narrativa impecable y una atmósfera que combina dolor, intriga y crítica social, “El Tranvía” se posiciona como una de las producciones más valiosas del panorama coreano reciente. Una historia que nos recuerda que todos, alguna vez, nos enfrentamos a un tranvía moral del que nadie sale ileso.
Por: Loli Belotti